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Historia de PDE: “El cambio es con otros y otras, solos y solas no se puede”

NATALIA LUXARDO: “LA ÚNICA MANERA DE CAMBIAR ALGO ES CON OTROS Y OTRAS, SOLOS O SOLAS NO SE PUEDE”

Desde la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires, les presentamos la historia de un nuevo proyecto del Programa de Desarrollo Estratégico (PDE), dirigido por la Dra. Natalia Luxardo y acompañada por el Dr. Fernando Sassetti quienes investigaron sobre las inequidades que vive la población enferma de cáncer e identificaron, desde el primer nivel de atención de la salud, cómo se expresan estas desigualdades sociales. 

Para llevar adelante este proyecto, la Dra. Luxardo destacó el rol central de la SECyT, ya que ante numerosas negativas para desarrollar este estudio, contar con el aval y el respaldo de la Universidad de Buenos Aires fue el puntapié que les posibilitó arrancar. Según sus palabras: “Esta legitimidad, fue una garantía simbólica de seriedad”. 

La Dra. Luxardo comenzó este proyecto PDE en el 2016 y su equipo de trabajo estuvo compuesto en una primera etapa por integrantes del área Salud y Población del Instituto Gino Germani y de la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (Leila Passerino, Cecilia Palermo, Eugenia Brage y Candela Heredia). La otra parte del equipo contó con bioingenieros de la Facultad de Ingeniería de Universidad Nacional de Entre Ríos (Fernando Sassetti, Javier Billordo, Ingrid Spessotti y Carlos Scotta), todos pertenecientes a la cátedra de Salud Pública, con un anclaje muy fuerte en el territorio. También participó la trabajadora social y directora de uno de los centros de salud de esos barrios, Teresita Calzia y el enfermero de una aldea rural de Diamante, Leandro Alva. 

En la segunda etapa, se integraron Giuliana Sanabria, Nélida Arnaldi, Stella Maris Ibarra, del grupo de violencia de género; Julio César Bello, Cristian Albornoz, Cristian Cabrera y Nicolás Berberich, investigadores y colaboradores de las distintas comunidades. Además se sumó Oscar Riquelme del grupo de prevención de adicciones, Nadia Lemos, Daiana, Retamar, Miriam Correa, Norma Yacumine, Priscila Pesoa, Griselda Alzugaray del grupo de la Copa de Leche, entre otros. Ya sobre el final se sumaron el artista Nicolás Rodríguez y el documentalista de la Universidad de Colonia (Alemania) Marcel Kolvenbach. 

A continuación les compartimos, en palabras de la Dra. Natalia Luxardo, los detalles del proyecto y su alcance: 

En el año 2016 empezamos con el primer PDE “Etnografías de la inequidad en cáncer” y, en 2018, continuamos incorporando otros recortes y dimensiones. En líneas generales, lo que hicimos fue identificar desde el primer nivel de atención de la salud cómo se expresan las desigualdades sociales en resultados inequitativos (porque podrían haber sido evitados, desde intervenciones que sólo una pequeña parte corresponde al sistema sanitario). De allí el carácter intersectorial de estas investigaciones que realizamos. Si bien es en el control del cáncer en dónde podemos pensar las brechas, miramos todo lo otro: trabajo, redes, territorios, afectos, etc. 

Lo hicimos con alianzas entre academia, gestión, comunidades, actores externos teniendo expectativas realistas y así poder establecer también impactos. Ya que no son iguales los roles y las expectativas de aquellos que realizaron la investigación como dedicación más exclusiva, o los que están en gestión o el impacto que esperan en las propias comunidades ni en la organización social. Esto fue clara y honestamente definido. 

Hay un impacto pensado más a largo plazo, porque aspiramos a transformar desde estas alianzas determinadas condiciones injustas: Mostrar un modelo que aunque no es novedoso decididamente no es el hegemónico, con propuestas centradas en las instituciones locales, reforzándolas, acompañándolas.  

En el avance del desarrollo del proyecto, tuvimos más en claro qué necesitaba el primer nivel en esos territorios y en qué podíamos aportar. Las ciencias sociales viendo condiciones y viabilidades y la bioingeniería diseñando las propuestas fueron clave. Por eso, se adaptó un software libre que el ingeniero Fernando Sassetti y el resto del equipo de la UNER de la Facultad de Ingeniería venían implementando en otros lugares. Esto para facilitar el trabajo diario de los efectores de salud en el primer nivel y potenciar la calidad de los datos. Al incluir los centros de salud en la investigación centros de salud, todo fue más fácil.  

Pero hay otro impacto, diría que con un carácter más simbólico pero no por eso menos relevante, que es el que observamos en pequeñas transformaciones que permiten desafiar posiciones en una estructura social desigual que reproducen estereotipos sobre estas comunidades. Así, poder proponer la inclusión en algún proyecto o ciclo del mismo, son espacios que por pequeños que sean, para esas biografías atravesadas por tantas injusticas tienen la relevancia en contextos tan desesperantes de permitir algún tipo de proyección, de inclusión colectiva desde donde ser escuchados, plantear demandas, pensar estrategias. Cuestiones tan dramáticas como los suicidios de jóvenes son cotidianas en contextos de desesperación. No te cansas de escuchar: “Total ya estamos muertos”. Entonces que una de las Universidades más respetadas y prestigiosas de Latinoamérica pueda pararse claramente junto a estos colectivos, con espacios directos y concretos de inclusión, es una cuestión de dignidad central para subrayar o reparar.  

Nosotros definimos diversos tipos de colaboraciones que fueron: ser autores de distintos capítulos del libro, como cinco, en el que expusimos los resultados finales de todo este proceso que lleva 6 años; consensuamos en hacer un documental que lo empezamos en el año 2019 y que estamos esperando se levanten las restricciones para circular así podemos ir presentándolo en instituciones locales como las escuelas y también una propuesta de arte, que instrumentó Nicolás Rodríguez, parte del equipo de la Universidad Nacional del Arte, que una de las formas que tomó fue la de una huerta como producción colectiva. 

También vemos el impacto en lo que hace la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario José Daniel Rodríguez que arrancó cuando empezábamos el segundo año de la investigación (2017) y uno de nuestros compañeros de equipo, Javier Billordo, coordina desde entonces. Con grupos que están sosteniendo con su trabajo, su solidaridad, creatividad y hasta recursos lo que esta pandemia viene exacerbando en los barrios. Por ejemplo, el grupo de mujeres abocadas a la prevención y el acompañamiento de situaciones de violencia de género, el grupo encargado de proveer meriendas que con el incremento de las necesidades pasó a preparar almuerzos, el grupo de preventores de adicciones, que con los circuitos narcos instalados vuelven la situación realmente compleja.